
Según estudios japoneses y finlandeses, a los pocos minutos de caminar dentro de un bosque, los signos físicos del estrés caen en picada. Por ello todo finés tiene el derecho de deambular por cualquier bosque que le dé la gana.
También pueden pescar libremente en cualquier cuerpo de agua. Al otro extremo de la experiencia humana, los japoneses han convertido el contacto con lo silvestre en un ritual. El gobierno ha invertido millones de dólares en investigación sobre el efecto sanador del contacto con la naturaleza, y hoy Japón es un líder mundial en el tema. Motivo tienen de sobra, los japoneses están entre los pueblos más estresados del planeta; tanto que tienen una palabra — karoshi— que significa muerte por exceso de trabajo.
Desde 1982, por prescripción del gobierno, numerosos habitantes urbanos practican con entusiasmo el shinrin-yoku, o baños de bosque, en áreas protegidas cercanas a las ciudades. Existen cuarenta y ocho «senderos de terapia de bosque» designados por la Agencia Forestal japonesa.
Los japoneses estresados toman algún transporte rápido, contemplan en silencio la selva por un rato y se retiran a seguir uncidos a la noria. El esplendor de la yerba también beneficia a pueblos más ociosos. De hecho parece que los millones de años de contacto directo con la naturaleza nos siguen definiendo.
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